jueves, 15 de enero de 2009

INDUSTRIA -modelo castellano-

Una diferencia notable entre la industria textil del siglo XVI frente a la del siglo XVII reside en que aquélla se muestra dispersa, heterogénea y con ritmos dispares; mientras, ésta última se presenta de un modo más acompasado, menos difusa y muy selectiva.

La tradicional idea que asocia una especial decadencia a la industria castellana, se encuentra, actualmente, en tela de juicio[1].

La producción lanera en España, ya en el primer tercio del siglo XV, era de importantes dimensiones como se ha puesto de manifiesto en el caso concreto de Cuenca. Para el siglo XVI, será Segovia la encargada de tomar el relevo y se erige en centro pañero caracterizado por sus productos de gran calidad, aunque hacia 1590 se observa un colapso provocado por la llegada de productos más baratos.

La producción lanera es el verdadero motor de la economía urbana desde el período bajomedieval. En el desarrollo de algunos centros textiles, representa un papel predominante su emplazamiento geográfico, al estar inmersos o muy próximos a las grandes cañadas de La Mesta, como era el caso de Ciudad Real, que no tenía apenas producción textil anterior al siglo XV, y a finales de esa misma centuria produce unos paños superiores a los de Córdoba y competitivos con los ingleses.

Será desde principios del siglo XVI, iniciada la colonización antillana, cuando la industria castellana en general y la lanera en particular, experimenten un desarrollo que se había ido asentando, paulatinamente, en las décadas precedentes y que llegará a su máximo esplendor en 1550.

A lo largo del siglo, sin embargo, por la imposibilidad de abastecer por sí sola a la demanda creciente, se tuvo que recurrir a importaciones extranjeras, estimulándolas en detrimento de la industria nacional.

Finalmente, tras las pérdidas del control del mar y el colapso de las exportaciones hacia los Países Bajos, e inmediatamente el cambio de la coyuntura hacia 1580, provocaron la crítica situación de la que sólo pudieron subsistir, por la inercia, algunos centros como Segovia, Cuenca o Toledo. Pero era insuficiente para satisfacer la demanda de las clases acomodadas. La solución sería la importación del producto manufacturado.

Naturalmente, no es sólo lana el único producto que consume el hombre. Bien de origen animal, bien de origen vegetal, demanda artículos de seda.

La industria de la seda se desarrolla en los países mediterráneos porque su situación geográfica les hace heredar los usos musulmanes. En este sentido, Granada y Valencia, durante el siglo XVI, se presentan como centros muy importantes en este tipo de industria, y Murcia a finales del siglo XVII. Se debe destacar el acontecimiento de la rebelión de los pueblos de la Alpujarra, cuando se produce la expulsión de los moriscos, que mermaría esta industria debido a que éstos suponían una mano de obra barata y eficiente.

Según se incrementa su consumo, aumenta su relevancia económica, y con ella, su control fiscal, que se introduce desde la propia recogida a la posterior venta, llegando a existir un impuesto conocido como la renta de la seda de Granada.

La minería, al igual que sucede con la industria lanera, tiene un interés local que marcará la estructura económica europea a lo largo del siglo XVI, sobre todo la industria férrica.

En el caso de España, se concentra en el País Vasco –minas de Somorrostro, Bilbao—, y adquiere un fuerte impulso que será clave hasta la finalidad.

En lo referido a los derechos de propiedad sobre las minas, el caos era la nota predominante, ya que, donde se alzara un Estado fuerte, la Corona se reservaba el derecho de propiedad y la cesión de la explotación, como venía sucediendo en Castilla desde el siglo XIII.

El hierro tenía como habitual sistema de trabajo la forja, aunque los altos hornos se conocían desde el siglo XIV, éstos no comienzan a generalizarse hasta el siglo XVI. En aquellas regiones en las que se desarrollaron altos hornos, debido a la necesidad de inversión, acabarían siendo los mercaderes-prestamistas quienes se apoderaron del control de su producción, puesto que eran quienes adelantaban el capital requerido para la construcción de las nuevas instalaciones[2].

Otros minerales como el azogue –mercurio—, cuya importancia era vital en el proceso de extracción de la plata tenía como yacimiento más destacado las minas de Almadén[3]. Su importancia económica se debe al descubrimiento que con su uso, a través de la técnica de la amalgama, se separaba más fácilmente el metal de la plata de su mineral.

Otro ejemplo lo constituye el estaño que, con un enorme uso doméstico, contaba con una ventaja con respecto a otros minerales: se explotaba a cielo abierto, con lo que las necesidades de inversiones eran menores que en las minas hubieran que abrir galerías. En cambio, como dato contraproducente, en el momento en el que se agotaba el filón, se abandonaba la explotación.

A principios del siglo XVI se usan otros minerales con fines suntuarios-industriales. Este es el caso del cobalto, utilizado para teñir, o el alumbre, un sulfato de color blanco empleado en las tinturas textiles. Las minas de Mazarrón, son el yacimiento más destacado donde se trabaja la industria de estos minerales, las cuales se encontraban en manos de particulares, como la conocida familia Fajardo.

La nobleza tiene un papel activo en la vida económica, al contrario de lo que se puede pensar; a pesar de ello, podía darse de una forma indirecta su participación.

La producción de cobre se localiza en las famosas minas de Riotinto. La industria notable de la orfebrería –oro y plata— cuenta con un fuerte impulso impuesto por la Iglesia, principal y gran consumidor de esta industria.

La construcción experimenta un destacado empujón en el siglo XVI: palacios, conventos, incremento de viviendas de particulares debido al proceso de urbanización y al aumento demográfico, constituyendo un estímulo económico este sector.

Por último, la fabricación de armas se encontraba en manos de particulares vigilados por empresarios[4]. Aquí, se aprecia una notoria presencia del domestic system con una intervención por parte de la Corona, como en el caso de Placencia –País Vasco—, convertida en Real Fábrica.

En definitiva, podemos afirmar que se trata de una época de auge, salvo el sector textil –actualmente se está revisando— que entró en declive.

Por último, señalar que el modelo francés fue el ejemplo más significativo de intervencionismo, tanto en las asociaciones gremiales como en otros modelos de organización.

[1] Como así queda demostrado en el artículo de ÁLVAREZ NOGAL, C. y PRADOS DE LA ESCOSURA, L.: La decadencia castellana en la Edad Moderna.
[2] ALVAR EZQUERRA, A.: La economía europea en el siglo XVI; Madrid, Síntesis, 1991.
[3] Gestionadas por los Függer como garantía de préstamo. Esto se conoce como consignación de préstamos.
[4] Existencia de unos personajes, los pelaires, que actúan a modo de empresario-mercader dirigiendo el domestic system.

2 comentarios:

David Alonso dijo...

Estimado Mariano:
Entrada interesante, en especial porque has combinado varias fuentes. Pero la frase "Por último, la fabricación de armas se encontraba en manos de particulares vigilados por empresarios" no queda muy clara y creo que necesitaría de alguna explicación.
Un saludo,
David Alonso

Mariano dijo...

Por la siguiente afirmación:"por último, la fabricación de armas se encontraba en manos de particulares vigilados por empresarios",entiendo que responde a la idea de que, aunque la fabricación de armas estuviera inmersa en un modelo organizativo industrial concreto (de ahí, la presencia "empresarios"), su forma de producción estaba vinculada a un sistema cercano al "domestic-system" y, por tanto, fuese tratada de un modo, casi, artesanal.